Manuel Sauri - Director ejecutivo de Agua Segura
Cuando pensamos en la importancia del agua para nuestra vida y desarrollo, seguramente imaginemos los ríos, mares y lagos que nos alimentan, dan energía y recreación. Si vamos un poco más allá, tal vez reflexionemos sobre la importancia de los humedales y ecosistemas que trabajan mitigando los efectos del cambio climático, aportando toda su biodiversidad y riqueza.. Pero hay un lugar en el que se concentra prácticamente la totalidad del agua dulce líquida del planeta: debajo de la tierra. Las aguas subterráneas tienen una enorme trascendencia para la sociedad humana y su protección y gestión sostenible representan la base fundamental de cualquier estrategia de desarrollo.
Acceder al agua segura es un derecho básico de las personas. Tan solo debemos recordar “el ciclo del agua” que aprendimos en la escuela para comprender y asimilar que lo que hacemos sobre la superficie repercute directamente en lo que sucede bajo ella. Si el proceso de circulación del agua no se produce adecuadamente, los ecosistemas terrestres no se sustentan, y esa la variación climática e interfiere en el nivel de los ríos, lagos, mares y océanos. En este proceso, las aguas subterráneas representan la base del suministro de agua potable, los sistemas de saneamiento, la agricultura, la industria y los ecosistemas. Si por ejemplo se agotan por el exceso de bombeo para regadío, o se contaminan con agrotóxicos o sustancias peligrosas para la salud, se genera un enorme daño en la disponibilidad de un bien público esencial para la vida humana. Además, se encadena una serie de dificultades vinculadas al deterioro de los suelos productivos y a la riqueza que generan día a día. La agricultura es el mayor consumidor de recursos de agua dulce del mundo y la alimentación de la gran familia humana que no deja de crecer, depende muy especialmente de este recurso y del bienestar de la tierra que sembramos, regamos y cosechamos.
Según la ONU para alimentar a una población mundial que en el 2050 alcanzaría los 9000 millones de personas, la producción de alimentos deberá aumentar en un 60% y, al día de hoy, el 40 % de toda el agua utilizada para el riego proviene de acuíferos. Es por eso que para evitar el agotamiento de las aguas subterráneas deben adoptarse políticas sostenibles que puedan aportar información sobre su ubicación, disponibilidad y estado; que se orienten a la eficiencia en la gestión del recurso; que protejan su calidad para no deteriorar su diversa funcionalidad aportando valor al desarrollo humano y productivo de cualquier comunidad. Las aguas subterráneas no conocen fronteras y una mirada global, colaborativa y de largo plazo es necesaria para hacer frente a los desafíos que se presentan.
El otro aspecto fundamental es el de la importancia que tienen los ecosistemas en la conformación de entornos seguros para la vida en el planeta. Las aguas subterráneas protegen nuestras costas de la intrusión de agua de mar y tienen un rol destacado en la mitigación del cambio climático protegiendo ecosistemas como humedales y ríos. Además la crisis del agua ha exacerbado la aridez de algunas regiones que hoy dependen casi exclusivamente del agua subterránea para su subsistencia.
Estamos hablando entonces de un tesoro escondido que existe bajo nuestros pies y que debemos cuidar, monitorear y gestionar con muchísima responsabilidad. Hacer visible lo invisible, el valor infinito de nuestras aguas subterráneas.